sábado, 25 de agosto de 2012

Ya no voy a vivir a Miami

Hace días circula por Internet este texto dedicado a los colombianos que emigran a los Estados Unidos. Parece mentira, pero sigue siendo el tópico del sueño americano y la realidad es casi, casi, parecida a la que se describe. Como también es cierto que la idiosincrasia del colombiano le hace estar añorando la tierra de donde salió y le cuesta Dios y ayuda acoplarse e integrarse a su nuevo país o a su nueva ciudad y se la pasa viviendo con la "nostalgia campesina" a cuestas, comiendo lo mismo que en Medellín o en Bogotá, reuniéndose sólo con paisanos y viviendo 20 años en Estados Unidos negándose a aprender inglés.

Quizás sea más fácil emigrar a España. Por costumbres, por tradiciones, por ancestros. Yo siempre deseé vivir aquí y, como dijo un expresidente: "¡Aquí estoy y aquí me quedo!". He hecho amigos españoles, me he enamorado de gente de aquí, he aprendido a disfrutar de un buen jamón, del vermú, de las tapas en el bar, de las terrazas en verano, de ir tranquilamente por la calle, de la marcha hasta las tantas, de los cotilleos de la tele, de las paradas del autobús, del tren puntual, de las autovías y autopistas, de su calidad de vida; no me gustan otras cosas, pero son las de aquí, las de la gente de aquí y yo no pretendo re-educar a España entera.

Claro que echo de menos muchas cosas de mi Colombia, al fin y al cabo es mi Patria. Cada que vuelvo, de visita, la encuentro más bella y progresando. Me encanta el Desfile de Silleteros y la Feria de las Flores, sus teatros y cafés, sus montañas, valles, mares y llanos, su comida, sus bebidas, su gente. Pero no dejo de reconocer sus carencias. He decidido vivir en España y he decidido vivir como español. Y cuando regreso a mi primer país, regreso como a casa de un viejo amigo, porque uno vuelve siempre por aquellos sitios donde amó la Vida.

*** *** ***
Por: Fernán Martínez Mahecha


Tengo muchos amigos ilustres, nacidos en Colombia y criados en Estados Unidos. Criados de la esposa, criados de los hijos, criados de los cuñados. Criados de todo el mundo.

He visto a muchos ejecutivos colombianos haciendo lo que nunca hacían en Colombia: barrer, trapear, sacar el perrito a hacer pipí, lavar el carro y mercando en Costco donde les sale más barato.


Vendieron todo para irse a vivir a Miami y ahora, más arrepentidos que un tatuado, están vendiendo. Y tienen razón..

Dicen que para salir con un millón de dólares de Estados Unidos la forma más segura y efectiva es llegar con dos millones de dólares.

La ida a Miami les sirvió para darse cuenta de que en Colombia se vive mejor y que el sueño americano puede ser una pesadilla si no se habla inglés y si no se está dispuesto a arrancar desde el físico suelo. Y además se necesita haber sido criado, pero de verdad, en Estados Unidos..

Ganarse los primeros cinco mil dólares mensuales trabajando en Miami no es nada fácil para un Juan Valdez recién llegado. Aquí no valen palancas ni recomendaciones, ni ser amigo del gerente o del  ministro.

Eso de que en Miami todo el mundo habla español y no se necesita hablar inglés es un cuento chino. El que no habla inglés es medio hombre, gana como medio hombre, vive como medio hombre y sufre como un hombre entero. Abogados, administradores de empresas,  filósofos y odontólogos tienen que trabajar por horas de valet parking, repartidores de pizzas o vendedores de Herbalife para pagar 'la renta', echarle combustible al carro y comer. Son los extraditados voluntarios.

Se fueron para Miami a quejarse del clima pegachento, de los resfriados por el aire acondicionado, las distancias, los arriendos caros, los impuestos, la falta de licencia de conducir, las donaciones en los colegios, la indiferencia del vecino, los malos médicos, los odontólogos inseguros, el lujo de las empleadas de servicio, el arrume de cuentas mensuales, la comida que sólo engorda, las áreas de no fumadores, la ausencia de la prima de medio año, la prima de Navidad y las cesantías, las fiestas con guitarra y trencito, las preguntas con un solo signo de interrogación, la falta de amigos, los puentes Emiliani,  los reinados de belleza, el campeonato de fútbol, las despedidas de soltero, las fiestas de bodas de tres días, las cabalgatas nocturnas y la tienda de la esquina.

Viven aburridos en Estados Unidos porque los tamales los envuelven en papel de aluminio Reynolds, no hay columpios de vuelo, las empanadas son blandengas, el tomate sabe a pepino, el pepino a papa, la papa a tierra y el pollo a nada, las naranjas no tienen pepas, los bananos son enanos, hay que buscar un cirujano para que ponerse una inyección o vender la casa para pagar una operación, el lulo lo venden en cubitos congelados, morirse es más caro que vivir y las arepas tienen químicos..

No pueden acostumbrarse a que los sábados y domingos hay que quedarse echados en un sofá, el cura no los conoce, la gerente del banco no les da sobregiro, nadie golpea en la puerta de la casa, el perrito no puede ladrar porque les llaman la policía y por cualquier piropo a una secretaria los pueden demandar por sexual harrasament.

Extrañan:

Bandeja paisa
El hotel mamá, los vendedores de minutos, el paseo a Panaca con los niños, los tinterillos, el número de la cédula, los silleteros, el fin de año en Cartagena, los tríos de serenateros, las notarías llenas de sellos, bañarse en San Andrés de Pisimbalá, la complicación para entrar a los edificios, los gimnasios Body Tech, los manguitos de azúcar, la vuelta a Oriente, las rumbas electrónicas de Cha Cha, el Jueves Santo en Popayán, la Ciudad Perdida, los frailejones de los páramos, el Museo de Arte Moderno, la bañada en el paradisiaco río Guatapurí, el Transmilenio, la plaza de Villa de Leyva donde venden fósiles prehistóricos, las guacamayas, los edificios de Salmona, los helados de San Jerónimo, las esquiadas en Calima o Prado, la papa criolla, el rafting en San Gil, las esculturas de la avenida Eldorado, el tejo o bolo aéreo, la Quinta de Bolívar, volar ultralivianos en Flandes, los noticieros de las 7, las telenovelas de las 8, las telenovelas de las 9 y las telenovelas de las 10, la Feria de Cali, la bajadita a Girardot, las ensaladas de frutas con queso de la Avenida 19, la Sierra de la Macarena, los cuartos del Casa Medina, los paseos con olla al río Pance, los amaneceres de los llanos orientales, bucear de noche en Gorgona, los atardeceres del valle de Pubenza, bucear de día en Providencia, tomar fotos desde Monserrate, la brisa helada de Santa Marta (el único puerto del Caribe y el trópico con vista a una montaña cubierta de nieve), el Divino Niño, los cañones del río Cauca, el cuchuco de trigo, un partido de la selección Colombia, Barranquilla y los salpicones de la ciclovía, los calzones y brasieres Leonisa.

Para más sofisticación habría que hablar del jugo de tamarindo de la Plaza del Reloj, las arepas de huevo de Luruaco, los chicharrones de la carretera a Bucaramanga, la lechona de Sanandresito o la de Carrefour de la 80 se la ingenian para que toda porción salga con un pedacito de cuero bien crocante.

Montañas colombianas
Los que se regresan a Colombia se dan cuenta de que los dólares están baratos, el estrés más escaso, las flores que venden en los semáforos son más que las que venden en las mejores floristerías de Miami y cien veces más baratas, los árboles de los cerros son más verdes, el cielo de la ciudad es más azul, la luna más brillante y los ruidos de los pájaros mucho más variados, el agua de las Islas del Rosario o San Andrés tiene más transparencia y más colores que las de los mares más famosos y más caros y que los domingos son más divertidos..

A Colombia no sólo regresan inmigrantes arrepentidos sino todos los extranjeros que alguna vez les tocó venir por negocios, por chiripa, a un matrimonio o un entierro.

Los aviones a Bogotá y Medellín traen miles de pasajeros que no tienen cuartos reservados en hoteles, sino en clínicas y hospitales. Gringos, suramericanos, europeos llegan en busca de salud y belleza.

Tratamientos seguros y baratos existen muchos, de los mejores médicos y esteticistas del mundo. No son pocos los que se van felices de Colombia con tetas nuevas, sin arrugas. Con implantes de pelo, papadas estiradas, dientes blanqueados, muelas de titanio, marcapasos, rodillas biónicas, liposucciones, diseños de sonrisa, estómagos reducidos, embriones implantados, cuerpos depilados, narices respingadas, nalgas levantadas, pelos teñidos, visión 20/20 y penes engordados por citar solo algunas de los cientos de operaciones que son otro de los atractivos turísticos de Colombia igual que las brujas que leen el tarot, los científicos que hacen cartas astrológicas y los chamanes que ejecutan cualquier daño o beneficio con sus pócimas sospechosas.

La llegada a Eldorado es un despliegue de paisaje con todos los matices de verdes existentes donde hasta el río Bogotá se ve bonito, los empleados de inmigración DAS son más amables que los de allá y los maleteros de gorro y uniforme color vino tinto son los mismos bigotudos de siempre pero más joviales y agachados..

Regresar a Colombia es un placer tan grande como el de encontrarse con un viejo amigo. 

viernes, 24 de agosto de 2012

El último trasteo (2)

Lanzo un s.o.s. Tengo que irme de donde estoy, porque no puedo seguir viviendo de alquiler a precio de oro. Y tengo la fortuna de contar con gente maravillosa a mi lado. Los de siempre y los nuevos, que no dudan en ofrecerse, en ayudar a buscar y a encontrar, en conseguirte los medios, en prestar su energía, su fuerza, su talento, sus vehículos, sus contactos, para que todo no sea un caos.

Sin esos Amigos, los que luchan por hacerte todo más fácil, estaría todavía enfrentado a las indecisiones que me rondan por estos tiempos. Se tomaron el reto como suyo y en menos de lo que pensé ya me estaban llevando a las tiendas, pintando paredes o limpiando suelos, subiendo muebles a un tercer piso sin ascensor, aguantando un aterrador calor de 42ºC a la sombra, cambiando interruptores, tomando medidas, regalándome desde cortinas hasta macetas, llenando la nevera, solucionando cada problema que encontraba en la nueva casa. Amigos de años atrás, Amigos nuevos, Amigos de Amigos con los que sólo había hablado un par de veces, que no se le arrugaron a echar una mano.

No sé cómo expresar mi agradecimiento, aunque algunos digan que no hay que hacerlo y otros que lo hicieron porque les daba la gana (como si fuese el plan más divertido del mundo). Y no se limitaron a subir y bajar cosas. Se preocupan porque me sienta bien, por dejar la casa como si viviera en ella desde hace mucho tiempo, para que no me falte de nada (y hasta que tenga más de lo necesario), que no falte ni un detalle, para que mi adaptación sea lo más cómoda posible.

Ellos, con este trasteo o mudanza,  me devuelven la fe en los humanos porque volví a sentirme arropado y querido, haciendo caso omiso a mi frágil modo de ser "asquerosamente independiente". Gracias a todos. Ellos saben quiénes son.

Ojalá que la próxima mudanza tarde mucho.

jueves, 23 de agosto de 2012

El último trasteo (1)

Aquí, sentada en la poltrona roja, las cajas de cartón esparcidas desordenadamente alrededor, contemplo este recinto por última vez. Aún falta mi colección de campanitas por descolgar, la de bronce hindú, la de cerámica con su sonido cristalino y la de barro con su dejo a monte; también la jaula de bambú con los pajaritos de pauche y paja -unos caídos ya y cubiertos de polvo- y el origami taiwanés violeta que se mueve al lado del helecho enfrente del ventanal del comedor,

Al pie de la chimenea quedan las ollas y pailas de cobre y las cenizas y leños de la lumbre de anoche.

Dentro de las cajas ya han sido guardados cuidadosamente, en ese ritual que por destino he de repetir todos los septiembres (alguien me dijo que así estaba establecido en mi mapa astral) los tomos de la enciclopedia y los clásicos, los libros del abuelo, las cartas de mi madre y nuestras cartas y fotografías de doce años.. Aparte están sus cosas y las mías para facilitar el trasteo.

Las matas que abundan verdes en los rincones, la alfombra de hebra negra que encargamos a Cajicá, el juego amarillo de comedor sobre el cual reposan dos copas con restos de brandy, todo de alguna manera ha perdido su sentido, ha quedado vacío, como un monumento que albergaba algo que ha dejado de ser.

Anoche repartimos las sábanas, los manteles y las toallas y peleamos por unos ceniceros.

Ahora, al acercarse el adiós, recorren por mi mente, como en una película acelerada -y como dicen que ocurre en el momento de morir- todos los instantes alegres, dolorosos y tiernos y no puedo evitar el llorar.

El camión llegará en una hora. No sé a dónde voy; es uno de esos momentos en la vida en que estamos totalmente a la deriva del destino. De ahora en adelante, los trasteos tan solo serán míos, seguramente repetidos todos los septiembres.


Acabo de mudarme. Bueno, llevo una semana de mudanza. Y no he podido olvidar este relato que siempre me ha gustado. Porque uno cambia, o porque la vida lo obliga, he tenido que meter en cajas de cartón, en bolsas, mochilas y maletas, ocho años de objetos y recuerdos del apartamento al que me mudé después de una dolorosa ruptura. Y uno empieza, lentamente, como resistiéndose,  a guardar cosas, a encontrarse viejas fotos y cartas, a rememorar el Amor de aquellos Ojos Azules que tantas veces durmieron en mis brazos. Recuerdo tantas risas y lágrimas, tantas soledades y compañías, las campanitas y cometas de cristal colgadas del techo, que me regaló mi mejor amigo colombiano y que ahora no encuentro en la nueva casa. Doloroso el guardar los libros y los cuadernos de apuntes que me acompañan casi desde la adolescencia, las fotos de familiares y amigos. Uno se siente como congelando una parte de la vida, que deberá reanimar en un sitio nuevo.

Ahora no tengo que discutir por unas sábanas, un cenicero o un mueble. Ahora, como otras veces, tengo que recoger, guardar, limpiar y subir las cosas a un camión con otro destino. Llegué a este país con dos maletas llenas de ropa, algunos cedés y muchas ilusiones, y me he ido llenando de más cosas, adornos, utensilios, libros, música, aparatos... y no he aprendido a andar ligero de equipaje material.

Los trasteos sirven para reciclar, para tirar a la basura memorias inútiles. No pude evitar llorar al devolver las llaves. Quedaron menos de cincuenta metros cuadrados vacíos de mis vivencias. Ahora irán conmigo a otro sitio, a un barrio que tendré que re-conocer, a un sitio más grande, con más espacio, donde seguramente me ampliaré y luciré los objetos, a un sitio que tendré que habitar con todo lo que soy y lo que me identifica, donde deberé colonizar sus pasillos y habitaciones. Y donde tendré que poner otra vez mis ilusiones.

¡Volver a empezar!

domingo, 5 de agosto de 2012

Las amargura vuelven a ser amargas: Ya no las canta Chavela Vargas

Chavela no ha muerto. Se fue. Ha trascendido. Ella misma decía: "Yo no me voy a morir porque soy una chamana y nosotros no nos morimos, nosotros trascendemos". Hace poco comentaba que estaba viendo a la Vida y a la Muerte, ahí junto a ella. Y que no les tenía miedo. ¿Cómo habría de temerles esta mujer que caminó por el mundo terrenal durante 93 años y se bebió la Vida a golpe de tequila (contaba que se bebió toda la producción de México), de alegrías y penas de amor? Esta mujer llenó el corazón de nostalgias de más de tres generaciones, no cantaba simplemente, más que interpretar dejaba jirones de su corazón en cada tono.

Costarricense de nacimiento, mexicana por adopción, universal por su canto, Chavela amó sin reparos ni falsas leyes de los tradicionalistas del siglo XX, buscó y encontró la pasión, interpretó a los grandes, no negó nunca lo que su corazón le hacía sentir. "Yo nunca me he acostado con un señor. Nunca. Fíjate qué pureza. Mis dioses me hicieron así. Por algo es". No presumía de lesbiana pero no lo negaba. Se enfrentó a la sociedad de su tiempo, a la Iglesia que dice que malditos los homosexuales. "Yo no estudié para lesbiana. No me enseñaron a ser así. Yo nací así. Desde que abrí los ojos al mundo. Esa es la verdad de cuando se es homosexual puro y limpio. Me iré con los chamanes que han purificado mi alma; me emociona saber que estoy conforme conmigo. Que me aman. En mi alma hay armonía. Para ser como soy yo hay que ser demasiada mujer. Presumo de eso".

Volvió a España, "la hembra de Europa", en sus últimos 20 años,  como pidiendo que no la olvidemos nunca. Se obstinó en dar un último concierto el mes pasado en homenaje a Federico García Lorca. Fascinó a anónimos y famosos, mayores y jóvenes, que la habían conocido a través de los discos de vinilo que sus padres escuchaban durante el franquismo. A los dos días de su concierto ingresaba en el hospital después de tamaño esfuerzo de 13 horas de vuelo, concierto y visita a la Residencia de Estudiantes de Madrid.  Por decisión propia regresó a su México lindo y querido, donde se elevó  ayer.

Hoy también recuerdo cada una de las canciones de esta dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena. Esas que acompañaban tardes de juegos de cartas y aguardientes en casa de mi abuela. Hoy no tengo que decirle Ojalá que te vaya bonito, porque sé que así será. Esta día se fue "de a de veras" y si pudiera pedirle algo es que le cante a esos otros seres mios inmortales en su cielo con sabor a tequila. Chavela, como el chile verde, llorona, picante pero sabroso, qué difícil tener que olvidarte. Ojalá podamos seguir viviendo, sin brindar con extraños y sin llorar por los mismos dolores.

Marilyn Monroe, la eterna deseada

Marilyn Monroe
Fotografía de Richard Avedon
"Sola. Estoy sola.
No entiendo porque estoy sola
cuando he querido a tanta gente...".

Norma Jean Baker, conocida como Marilyn Monroe, (1 de junio de 1926 - 5 de agosto de 1962), una de las mujeres más deseadas de la historia,  sigue siendo, cincuenta años después de su trágica muerte, el mito erótico para ser amada y deseada, el ícono eterno del imaginario colectivo. Hermosa, curvilínea, triste, depresiva, vulnerable, de seductora mirada miope, buscó el amor sin descanso, amó y se casó varias veces. Exigente con su carrera, de temperamento tímido y divertido, a veces se le veía indefensa. Fotografiada hasta la saciedad, la cámara la amaba y los fotógrafos no lo tenían difícil para retratar su espíritu. Y aunque fuese adorada en aquellos mundos oscuros del famoseo cinematográfico, nada pudo levantar su ánimo. Sus deseos de pasar inadvertida no se han cumplido hasta hoy. Le dolía la vida, murió joven y, sin duda, fue un bonito cadáver. Y con ello nació el mito. La eterna deseada.

"A veces siento...¿es que no tengo piel?
¿Le falta una capa? Todo duele.
Como una quemadura de sol".